Anoche, apagué
el ordenador y se hizo el silencio.
Un silencio
espeso, velado por luces de Navidad que han colocado a lo largo de la calle en
la que vivo ahora de paso, como un ave que busca el lejano árbol donde
asentarse, en algún punto de la línea imaginaria de los Andes, que divide
Ecuador en dos mitades.
Sobre el
silencio, planeaba una voz distante pero absolutamente inteligible.
-Amor mío,
¿Eres real...existes?.
La voz fue
acercándose golpeando mi cerebro, ¿Eres real, eres real...?.
Jamás, ni en
los sueños que nunca consigo recordar, oí una voz tan dulce interrogándome...
¿Eres real, eres real...amor mío?.
Pensé en la Navidad tan próxima ya, en las historias de mi abuelo
Paco cuando allá en la lejana Córdoba, me sentaba entre sus piernas y hablaba y
hablaba de los milagros de la Navidad.
Soy ateo -me dije-,
los milagros no existen, estoy poseído por alguna alucinación inexplicable. Me
desnudé arrojándome al lecho, cubriendo mi cabeza con el edredón, en tanto la
voz seguía retumbando mis oídos... luego, la voz rebotaba en las paredes y el
techo de la pequeña habitación:
-Te amo, eres
la razón de mi existencia...
Tardé horas en
entregarme al sueño y al despertar, por primera vez en mi vida recuerdo como si
lo hubiese vivido en realidad, lo que ocurrió esta madrugada.
Una mujer se
introdujo en mi cama y me abrazó con ternura y con pasión desmedida y sentí
como mi corazón latía más veloz que nunca, su voz ahora tan cercana no paraba
de expresarme su amor y dejé que mi corazón hablara por mí.
Ahora, sentado
frente al ordenador, escribo apresuradamente estas líneas, esperando que la voz
vuelva esta noche y cada noche de mi vida y su dueña me tome entre sus brazos
lentamente, guardando el sueño del niño que aún vive en los pliegues más
oscuros de mi ser.
-¡Abuelo,
abuelo, escucha, los milagros de la Navidad, son ciertos!
De FSS para Asoreth 24-12-2015